Me preguntó de dónde venía,
para empezar su relato.
---Jovencito, ---le respondí---,
yo soy porteño por mi origen
y quilmeño por opción.
---¿Qué quiere decir quilmeño?---
me preguntó nuevamente el ángel.
Entonces, se iluminó mi memoria
y mis viejas experiencias,
mis antiguas amistades
y mis viejos maestros
me rodearon de repente
para que nada se me olvide.
Yo no sabía si estaba vivo
o el ángel me había llevado,
si el cielo era mi piso
o la tierra me encarcelaba,
pero ayudado por aquellos
que conmigo compartieron
vida, alegría y sufrimiento
me animé a contarle al ángel
qué quiere decir quilmeño.
---Mire---le dije muy serio---,
quilmeños se llaman
los que nacieron en Quilmes
o los que, como yo, viven aquí
porque les gusta la ciudad
y aman el pueblo que la ocupa.
---Cuénteme entonces---
me dijo otra vez el espíritu.
Entonces mi discurso se hizo
largo y solemne.
Pero sólo les quiero contar
algo de mi relato.
Quilmes ---le dije--- es una gran ciudad
ubicada a la vera de un río
que fuera en un tiempo de plata.
Tiene plazas por doquier que la visten y la
adornan
En ella abundan los árboles
las plantas y los pájaros.
No le faltan museos.
Tiene todos los colegios
universidades y academias.
Su catedral es histórica.
Su suelo esconde los huesos
de los indios que le dieron el nombre,
Tiene vida cultural, comercial e industrial,
tiene clubes e institutos de renombre,
tribunales y templos de todos los credos.
Aquí se toma la cerveza que
gustan los que eligen el sabor
y con sólo levantar una mano
tiene transporte hacia donde quiera llegar.
Qué más se puede pedir de una ciudad
que allá, por el 1880, se postulara
como capital de la República?
Y no ya con voz temerosa
sino que a gritos, al ángel, le demandé:
¿Qué más le puedo decir de este lugar
que es mi lugar en el mundo?
De pronto mis propias voces me sacudieron,
y el mundo real terminó con mi encanto.
Lo del ángel había sido un sueño,
pero todo lo bueno de Quilmes
todo eso, es una dulce verdad!